By Fran Malbec De teclados rotos a escenarios internacionales: el viaje musical de Lorelei

Del Instituto de Música de la Universidad Católica para convertirse en pianista profesional, a Jazz Jams en el Thelonious, al escenario Grieta x F.O.M.O este sábado en Creamfields, las innumerables facetas musicales de Lorelei se hacen notar. Aquí, las reflexiones de la mujer que a los tres años se obsesionó con el teclado y que ha recorrido un largo -y armónico- camino para hoy convertirse en una de las djs y productoras más respetadas de la escena nacional.

Tres años tenía Lorena Álvarez AKA Lorelei (33) cuando se obsesionó con un teclado Casio, heredado de su hermano cinco años mayor y con algunas teclas arrancadas, en lo que ella asevera haber sido un interés suyo genuino y no influenciado por su familia, pese a que la música siempre estuvo presente en su casa. Con un padre con estudios de guitarra y con artistas y bandas “que escucha una familia de izquierda” sonando de fondo, la pequeña Lore vio en ese instrumento algo que no pudo soltar. Algo que no pudo soltar hasta hoy, ya que esta misma entrevista se pudo llevar a cabo entre las clases particulares de piano que da, siendo también profesora de la cátedra de dicho instrumento en la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile.

En su living se encuentra Malva Rosa, una gata coqueta que convive con vinilos de Juan Gabriel y Jimmi Hendrix, dos cdj Pioneer 2000 con dos tornamesas Technics SL -1200MK3D y un mixer Pioneer DJM-600. También hay libros de la Bauhaus y arte precolombino, y un piano Yamaha que ocupa la mitad de la pared. Por estos días lee los diarios personales de Gabriela Mistral, cuentos de Oscar Wilde, y recurre a autores rusos para recibir consejos sobre pedagogía. Hay que decirlo con todas sus letras: es insoportablemente cool.

(Créditos: Mario Salazar)

Además de ser cool, es teórica de la música (literal ese es su cartón), pianista profesional que se va de gira a Europa, diplomada en composición y arreglos en ProJazz, tecladista en diferentes proyectos o a pedido como con Alejandro Paz, y también dj/productora con discos publicados donde aparece cantando. Lorelei es docta, metódica, curiosa, habla suave y sabe mucho, de lo suyo y de todo en general. Es también es 1/3 de Din Daa Daa, una fiesta que repasa todas las versiones del house y que con dos ediciones se ha convertido en mi favorita de este año y a la que recomiendo muchísimo asistir.

“La música clásica se la ido ’museificando’”

Sorpresivo, por lo bajo, fue cuando Lorena, esa niña pegada al teclado, la que insistió hasta el cansancio por clases particulares desde los 10 y que posteriormente entrase al IMUC a estudiar piano clásico, haya decidido abandonarlo a los cuatro años de carrera.

“Me di cuenta que el piano clásico no era lo mío. Tenía una curiosidad más abierta hacia la música que hacia solamente tocar un instrumento e interpretar obras de un periodo y de ciertas zonas geográficas”.

Seguir la cronología musical de Lorelei -que utiliza ese nombre artístico por ser un apodo que le dio su madre y que adoptaron sus amigos del colegio y no por la diosa germánica ni la canción de Cocteau Twins- es complejo. Y es complejo porque sus experiencias y ella misma lo son, yendo y viniendo en la música y en diferentes instancias y circuitos.

La cosa va así: mientras estudiaba en el IMUC se interesó por los sintetizadores, decidió salirse de su carrera para estudiar jazz mientras aprendía de producción por cuenta propia, retomó sus estudios en el Instituto de Música pero sin titularse como pianista sino que graduándose en Teoría de la Música, para finalmente introducirse en el mundo de la electrónica, primero como tecladista con Los Bárbara Blade, en conjunto con Maxicat (Max Murillo) y Buen Clima (Felipe Castro) para luego saltar a discjokear y producir.

(Créditos: Kernel Media)

Tras abandonar el IMUC para perseguir el jazz, tomó clases con varios mentores a los que recuerda con cariño: Jorge Díaz, Claudio Rubio, Lautaro Quevedo y Felipe Riveros. Iba a sesiones improvisadas en el Thelonious y el extinto Benevento, hasta que se cansó.

“Me aburrí de la escena del jazz. Lo predominante fue que en la época había muy pocas mujeres, era un circuito machista soterrado. Había cierta incomodidad de cabros de la misma edad que yo que se incomodaban con mi presencia”.

Y aquello era decidor, ya que, al no poder relacionarse con sus pares, no había mucho que más que hacer. La música es compartir, es conectar en niveles más profundos con otras personas y en el jazz no tenía tanta gente con la que interactuar, así que volvió al Instituto de Música para sacar otro título, mientras ya contaba con conocimientos de producción que adquiriró de manera autodidacta (como prácticamente todo lo que hace) y comenzaba a llegar a la escena electrónica básicamente porque sus amigos ya estaban metidos y a ella le gustaba carretear. Convertirse en dj fue una extensión de eso.

Moverse por circuitos tan disímiles unos de otros, le da una perspectiva muy amplia acerca de lo que ocurre en la escena musical de Chile. Asimismo, haber pasado por ambas escuelas antes de transformarse en dj le otorgan herramientas invaluables: del piano aprendió la rigurosidad y disciplina que requiere tocar un instrumento profesionalmente, del jazz se quedó con la improvisación y la apertura a los sonidos, desestructurarse para fluir, entender la armonía desde lo empírico. Ambas cualidades que mantiene hasta el día de hoy en sus sets que no prepara realmente, ya que necesita la interacción del público para saber qué va a tocar.

(Créditos: Gary Go)

“En la electrónica descubrí un mundo con gente con intereses estéticos más amplios, que aprecia el arte, que sabe mucho de música, que tiene habilidades para apreciar la belleza. Y no sólo las personas que se dedican a la música son interesantes, sino que el público en general tiene un mundo muy rico por dentro”.

Lore dice que en la escena de la música electrónica podía hacer comunidad y ser ella misma, y que pasó de no saber cómo utilizar una máquina a tener hasta cuatro fechas por mes en menos de seis meses entre finales de 2018 y principios de 2019. Su estilo musical es, en sus palabas, ecléctico: se mueve entre funk, soul, dub, downtempo, midtempo, balearic beats, house, minimal house, tech house, afro house, algo de techno, jazz y disco.

“Hay bastante desconocimiento del oficio musical en Chile. Por ejemplo, llegas a tocar a un lugar y no hay retorno. Peleas por el retorno y te dicen ‘pero si tienes los audífonos’. Un poco de respeto entendiendo que me estás contratando a mí para hacer este trabajo y te estoy pidiendo una herramienta que es mínima para hacerlo y me estás cuestionando”.

Reconoce que son situaciones que han ido quedado en el pasado y que existen lugares donde se siente realmente cómoda y que confía plenamente en la producción, mencionando al festival Womad, a Recreo (acá te dejo un set del año pasado que es para que es para llorar de lo bueno) y a los F.O.M.O (si no los conoces y quieres saber más sobre ellos, puedes leer nuestra nota aquí). Entre sus referentes se encuentran François Kevorkian, y los chilenos Diego Morales AKA Diegors, y Matías Rivera (quien también es su pareja hace cuatro años). Con ellos está a cargo de la música de Din Daa Daa, producción realizada en conjunto con Lupa.

“Tocar b3b es súper estimulante… Me sentí bastante honrada que los cabros me aceptaran a que me subiera a tocar con ellos… Lo difícil de hacer b2b, o b3b, es que la otra persona pone un tema que tú no conoces. Esto me ha obligado a estar bien presente, bien atenta, aprender nuevos lenguajes, ver cómo mezcla uno, ver cómo mezcla otro”.

En sus proyectos personales, forma parte de Cuerpo Docente en los teclados, junto con Vicente Atria (batería) y Felipe Castro (bajo, voz y efectos) y además tiene uno de música improvisada con Alejandro Palacios, habiendo publicado un disco (en formato cassette) por el sello Not Not Fun de LA y que los llevó de gira por España, Alemania, Bélgica y Holanda el año pasado.

En su faceta de productora, lanzó su primer tema en PANAL el 2020 y tiene proyectos en carpeta que espera poder desarrollar cuando termine el año escolar y con ello sus clases de piano. En su carpeta hay pistas que suenan a deep house, downtempo baleárico y algunas cosas más minimal, que no sabe bien en qué van a terminar.

(Créditos: Luz Andrea)

Sororidad Electrónica

“No he sentido discriminación por ser mujer, todo lo contrario. Lo que sí he sentido es la gran desilusión de que me invitan por ser mujer y no por mi trabajo y eso sí es doloroso. Que te pongan en un cartel y te das cuenta que eres la única mujer y que te pusieron por cuota de género”.

Lorelei cuenta que la femineidad le llegó de más grande, y que por lo mismo no entendía los “códigos” de ésta. Que sufrió muchas heridas de parte de otras mujeres, en su mayoría por la competencia y el cinismo. Dado que vivimos en un sistema que nos enseña muy lamentablemente a relacionarnos de este modo, es algo que puede darse permanentemente en muchos espacios. Algo que, afortunadamente, no ocurre en la electrónica:

“En la música electrónica no he sentido ningún tipo de competividad con otras mujeres, sino todo lo contrario. De las personas que más he sentido apoyo real, un apoyo que se ha visto sustancialmente traducido en invitaciones a tocar o en aprendizajes, han sido mujeres: Andrea Paz, Pía Sotomayor, Kami Govorcin, Daniela ‘Pety’ Hinojosa, Karola Miranda, son referentes, son personas de las que he aprendido mucho, que me han invitado a tocar, que me han dado la mano. Ellas me han puesto ficha, me han dado el pase de presentarme a otras personas”.

Las situaciones que sí se repiten en todos lados y también en la escena, pasan mucho por el juicio estético y de comportamiento. Confirma que se preocupa más de su imagen desde que se sube a escenarios y está expuesta en redes sociales.

“A las mujeres se nos pide que nos veamos bien arriba del escenario. Se les debería pedir a los hombres también. Hay muchos hueones que se suben en buzo a tocar y yo encuentro que se deberían preocupar un poco más, o que de lleno no le pidamos verse bien a nadie y nos preocupemos de lo importante, que es la música”.

En esa misma línea, de lo que se espera de ser mujer, también declara: “creo que se me daría más jugo a mí si es que yo llego curada a tocar, a que un hombre llegara curado a tocar”.

Y precisamente tocar -sin dar jugo en lo absoluto, sino volando varias pelucas estando tras las perillas- es lo que hará este sábado en Creamfields, con un set improvisado (como el jazz) pero con una estudiada rigurosa de sus listas (como con el piano). Para poder desconectarse de tanta música que la envuelve permanentemente, para poder desintoxicarse, Lore acude al journaling, a la meditación y al silencio; disfruta genuinamente estar en silencio. Por estos lados esperamos que aquello sea breve para que siga empapándonos con su talento como la música intrínseca, compleja y multifacética que es.

 

Conoce más del trabajo de Lorelei en Spotify, Soundcloud y en sus proyectos paralelos como Cuerpo Docente y su dúo con Alejandro Palacios de música improvisada.

 

 

 

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