By Jorge González: Manchitas

Grabado en el verano de 2018, en su residencia en San Miguel, Manchitas fue el primer álbum de estudio que realizó González luego de su accidente cerebrovascular y en el que no solo retoma la faceta electrónica que experimentó a lo largo de su carrera, si no que profundiza en ella, al punto de convertirla un medio para continuar trabajando en la música y rendir tributo al hacer.

La violencia de intervenir el silencio, revelar sus tensiones, pliegues y lecturas escénicas; “Manchitas”, último trabajo discográfico publicado por Jorge González, crea capas de ambientes, capturas que tensan y calman, suspensos para el inminente tiempo de los imaginarios rotos; una entrega serena en un documento atmosférico o “manchas de ruido”, como nos cuenta Jorge en una breve y escueta, pero necesaria conversación.

“Chill Out y Eno”, fueron las referencias que tuvo en órbita al momento de hacer el disco. El primero uno de los álbumes más influyentes del género, producido por The KFL, banda inglesa compuesta por Bill Drummond y Jimmy Cauty, quienes basaron su trabajo en las ideas de robo y préstamos de John Milton y Stravisky. El segundo responsable de acuñar la expresión “ambient”, para referirse a un tipo de música que exige al oyente a una escucha activa, dinámica y profunda, diferente de la llamada Muzak, composiciones genéricas desarrolladas en los años 50.

Estas ideas las tradujo en un testimonio íntimo, en la posibilidad de construir un respiro hondo, establecer un orden de la historia e ideas; elementos, quizás, para un tiempo similar a un amanecer citadino, un paisaje de color concreto, un tiempo lento; sonidos que, en su volumen, transitan la ausencia de ritmos, imaginan la organicidad de las imágenes, las aves, su vuelo que se disuelve en el azul del cielo: “buscaba describir con la música mi estado emocional, después de mi ataque”, nos cuenta Jorge.

Atmosferas para un film fantasma; espacios, estancias y emociones de un suave réquiem; un prólogo para la homilía, un tributo melancólico de los sonidos que, como cristales, caen y se trizan en sonidos envolventes, estancias incidentales y registro biográfico: “este disco tuvo el mismo motivo que el de todos mis discos: verse al espejo y ser ciego al asunto de vender. Todos mis álbumes representan un estado de ánimo”, nos cuenta. Y en éste, los sonidos parecen una imagen enmarcada en la ventana, una naturaleza imaginaria, un tiempo capturado como tonalidad y tránsito, de la luz al ocre, del azul a lo oscuro, quiebres en trance, en el sonido sostenido del didgeridoo sintetizado, cursos más veloces, con beats y tonos que dan ritmo a una narrativa que oscila entre lo religioso, el ambient, downtempo, house, melodías suaves y pop.

Los sampleos de pequeños testimonios audibles, interferencias, ruidos blancos, capas y sonoridades sintetizadas, presentan, sitúan, diluyen y dan volumen a cada atmosfera y estación, permitiendo completar un paisaje que habita el tiempo de una luz silenciosa, que evoca la búsqueda y encuentro entre la referencia y su resignificación; entre el ambient, IDM y un minimalismo sutil y constructivo, que contempla y dispone la reescritura de cada posibilidad escénica.

La atención auditiva establece un relato discreto, verosímil, atmosférico, volumétrico, espeso y dispuesto a encapsular y retraer la experiencia; que cruza y acentúa fragmentos de un imaginario que se erige entre el halo, el ritmo y curso de sus capas, viajes, colores, posibilidades emotivas, vibraciones, sonidos hipnóticos y voces que cursan lo originario: “veo un album de bella confusión, y eso es la vida, un sagrado malentendido”, culmina.

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