Desesueño
herman-klang
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Hey nena
herman-klang
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Jardines de castillos
herman-klang
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Conversación 1 pará un poquito
herman-klang
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Pim Pom
herman-klang
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Hazinha
herman-klang
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Conversación 2 - a mi me parece que ahí
herman-klang
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Panegírico onírico
herman-klang
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Qué Tal
herman-klang
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Conversación 3 para que me veas (1)
herman-klang
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Rosa pérez
herman-klang
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Tarantula (pica tortuga)
herman-klang
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Suerte y amor
herman-klang
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Qué
herman-klang
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Qué (versión karaoke)
herman-klang
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Tira el celofán
herman-klang
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El Gookie (Alejandro Székely), me había llamado para integrar la banda de un tipo, un uruguayo que había recién llegado de Brasil. Ni idea de cómo llegaron a mí. Yo hacía bastante poco que había empezado a tocar. Pero le habían dicho al Gookie que yo escuchaba a Chick Corea. Creo que fue así. Año 1991, o 92… Fueron a mi casa. Pasé a integrar “El Príncipe y la Sin Fónica”. Con Leo Anselmi en bajo (luego lo reemplazaría Carlos Plá), Fabián Pietrafesa en clarinete y el Gookie en batería. Hicimos unos cuantos toques. Al mismo tiempo, le empecé a mostrar al Príncipe mis intentos compositivos. Se copó, como no recuerdo que nadie se haya copado con mi música. Empezó a caer a casa y a trabajar sobre mis composiciones. Y a traerme otras de él para que yo las tocara. Grabábamos en un portaestudio de cuatro canales. Un tiempo después yo dejé la Sin Fónica. Seguimos componiendo, pero años más tarde, por motivos que recién hoy empiezo a comprender, nos distanciamos. De a poco nos fuimos volviendo a acercar. Hicimos algunas cosas más. Hasta que recobramos nuestra amistad, con creces. Unos pocos días antes de morir cayó por casa. Le hice una sopa de verduras; cenamos. Hablamos mucho, de cosas que nunca nos habíamos dicho. Nos despedimos con un gran abrazo, el más sincero y sentido que jamás hayamos tenido. Hace unos años (¿2014?, ¿2013?), se me apareció en un sueño. Estaba sentado, sonriente, cruzado de piernas como era su costumbre, con el cigarro en la mano, mirando hacia adelante. Yo estaba a un costado, a unos tres o cuatro metros. De pronto gira, me mira, y me dice, gesticulando con su cigarro: “Loco… ¡tenés que hacer el disco nuestro” (como diciendo “¿no ves que estás gilieando?”), “Es más… ponele ‘Fuselaje Púrpura’…” Y recobró su mirada hacia el frente, sin perder la sonrisa. Yo tenía las cuatro pistas de aquel portaestudio en el que grabábamos en el 94 y 95, respaldadas en la computadora. Y también respaldadas, por otro lado, todas las pistas de las secuencias que yo hacía en el teclado. O sea que, sincronizando las dos cosas, se podía, manteniendo las dos pistas (tres, en algún caso) de las voces del Príncipe, grabar de nuevo un montón de cosas, incluso reemplazar los bajos y baterías que yo programaba en mi teclado del año 1995 (un Yamaha SY99), por bajo y batería reales. Y agregar o reemplazar sintetizadores, pianos, guitarras, o lo que fuese, siempre que resultara pertinente, siempre que se mantuviera el espíritu del disco que debimos haber sacado en aquel entonces. Así hice. Este es el resultado. H. K.
Fuselaje Púrpura es una búsqueda sonora, un viaje a paisajes que parecen tan fascinantes como imposibles, donde el swing y las melodías de El Príncipe se fusionan con la sensibi...
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